150 años de Mar del Plata: la capital del turismo popular

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En el marco de un nuevo aniversario de Mar del Plata, ¿cómo pasó de ser un balneario aristocrático a ser un emblema del turismo popular?

Es necesario hacer un repaso histórico sobre la transformación social, cultural y arquitectónica, de esta ciudad tan preponderante en el ideario argentino a través de los años.

“La Feliz” fue fundada el 10 de febrero de 1874 por Patricio Peralta Ramos, tras una solicitud del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Mariano Acosta. Mientras que la idea de convertir Mar del Plata en un balneario, fue del vasco francés Pedro Luro, que en 1976 compró el saladero al fundador de la ciudad, y al ver cómo sus trabajadores se bañaban en el mar, promovió la creación de un balneario turístico. Hoy en día, Pedro Luro le da nombre a la avenida principal de Mar del Plata.

Fragmento de la carta de Patricio Peralta Ramos al gobernador de Buenos Aires, Mariano Acosta: “Tengo la convicción, aunque incompetente profesionalmente, de que un estudio por personas idóneas, demostraría que no se requieren grandes costas para habilitar un puerto que sería de una inmensa importancia, por cuanto está llamada a ser el punto de salida natural y barato de los valiosos productos que forman la riqueza de aquella vasta extensión de la provincia”.

Gracias a la gestión de Luro, en 1886 llega el ferrocarril, resultando uno de los primeros pasos para que Mar del Plata se convierta en un centro urbano moderno. Ya hacia fines de siglo XIX, y hasta la década del ’30, se convirtió en el balneario por excelencia de la élite porteña; la apertura del Hotel Bristol y la Rambla que llevaba el mismo nombre, en 1888, eran un símbolo para la aristocracia argentina. En la década siguiente, la lógica comenzó a cambiar: se demolió la Rambla Bristol para edificar el Casino y el Hotel Provincial.

La playa Bristol en 1934

Al comenzar a repercutir las consecuencias positivas de las políticas públicas y el establecimiento de derechos tales como el aguinaldo y las vacaciones pagas, a mediados de la década del ‘40, aumentó considerablemente la afluencia de una nueva camada de turistas. 

Así, quienes integraban esa élite comenzaron a vacacionar en el sur de la ciudad, mudándose a Playa Chica y Playa grande. Por el contrario, las y los veraneantes de la clase trabajadora que comenzaron a elegir a “La Feliz” como destino turístico, se instalaron en la costa de La Perla en mayor cúmulo y frecuencia. Este rumbo se agudizó en la década de 1950 y 1960, cuando la ciudad crecía a pasos agigantados y se imponía como el lugar turístico más popular. 

La transformación vino de la mano de la llegada de los hoteles sindicales y los rascacielos. Justamente, la multiplicación de este fenómeno de la hotelería sindical se terminó de definir durante los años ‘60, rasgo económico y cultural estrictamente constitutivo de las clases medias argentinas. En consonancia con las posibilidades de movilidad social ascendente que atravesaban al país, el confort y el consumo de bienes suntuarios no solamente se convirtieron en objeto de deseo para la clase trabajadora, sino que se tornaron alcanzables para las mismas.

Las condiciones materiales de la ciudad fueron creciendo gracias a la oferta de créditos baratos del Banco Hipotecario y la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal de 1948. Esta ley abrió caminos para poder adquirir un inmueble, de uso temporario y de dimensiones reducidas, accesible para fines de descanso y veraneo. Atrás quedaron aquellas mansiones de la “belle époque”, que adornaban la ciudad que recibía a la aristocracia porteña, y las casas de departamentos comenzaron a tomar la fisonomía marplatense, desplazando a la hegemonía de la élite y dando lugar a una mayor diversidad de habitantes y turistas.

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