Hablemos de TCA

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Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son afecciones a la salud mental que ocurren en todo el mundo aunque, según muestran estudios internacionales, Argentina es el segundo país con más casos, detrás de Japón. Los estudios realizados por la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), arrojaron que entre un 10 y un 15% de la población de nuestro país, sufre alguno de estos trastornos. Prejuicios, falta de empatía, malas intenciones, estereotipos y desinformación, hacen a la impermeabilidad de una cuestión que sigue siendo tabú en nuestra sociedad.  

Qué son los Trastornos de la Conducta Alimentaria

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria, son trastornos caracterizados por una relación patológica frente a la ingesta alimentaria, al desarrollar comportamientos obsesivos por el control de peso. La anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, constituyen los TCA más conocidos, pero también existen trastornos como el atracón, el trastorno de la conducta alimentaria no especificado, la obsesión por la comida sana (ortorexia) y la obsesión por el ejercicio físico (vigorexia). Los TCA afectan a 70 millones de personas alrededor del mundo y tienen la tasa de mortalidad más alta de cualquier enfermedad mental. La mayoría de los casos se dan en el inicio de la adolescencia. 

Agustina Murcho, nutricionista y especialista en trastornos alimentarios, específica al respecto:  “Son una alteración de la conducta alimentaria pero que no tiene que ver con una cuestión de malos hábitos como problema. En un TCA hay distorsión de la imagen, miedo a engordar, dietas extremas, atracones, entre otros. Para tener un TCA tiene que permitirlo también la estructura cerebral, no solamente se dan por hacer dieta y por alguna preocupación».

En los Trastornos de la Conducta Alimentaria, coinciden diferentes causas de origen biológico, psicológico, familiar y sociocultural, provocando consecuencias para la salud tanto física como mental. Las complicaciones clínicas incluyen la pérdida de la grasa corporal, masa muscular, alteración del funcionamiento de las tiroides, arritmias, hipotensión, dolor abdominal, estreñimiento, piel seca, disminución de leucocitos, disfunción intestinal, erosión del esmalte dental, fatiga, debilidad, entre tantas otras.

Las personas que padecen algún TCA, lo manifiestan a través de la preocupación extrema por la alimentación, sentimiento de culpa luego de comer, la ingesta de manera descontrolada, verse con sobrepeso aún teniendo un bajo peso, cambios rotundos de carácter y aislamiento, esconder su cuerpo y realizar actividad física de manera excesiva.

“Quienes padecen estos trastornos son personas cuyo estado anímico se ve influenciado por el éxito y el fracaso en su relación con la comida y con su imagen de sí mismos. Tienden a describirse a sí mismas en términos absolutos: bueno o malo, lindo o feo, correcto o incorrecto. Esta polarización refuerza la necesidad que tienen de controlar lo que comen”, sostiene Mara Fernández, psicóloga especializada en TCA, desde su cuenta de Instagram, y agrega, “psicológicamente puede suponer una fractura en el desarrollo de las relaciones sociales, en las habilidades para desenvolverse con otros, en la dependencia y adquisición de la autonomía, una interrupción en el proceso académico, una crisis familiar y un estigma en la biografía de la persona que presenta estos trastorno”.

La anorexia como problemática habitual en la agenda pública

Desde hace muchos años, vemos noticias del mundo del espectáculo y el entretenimiento con difusión en los grandes medios de comunicación, hablando sobre ‘anorexia’, pero nos parece oportuno explicar y echar luz sobre estos temas.

La anorexia nerviosa se representa en aquellas personas que evitan comer, restringiendo los alimentos severamente o solo comen cantidades muy pequeñas de determinados alimentos. Tienden a pesarse frecuentemente e incluso encontrándose muy por debajo de su peso normal, estas personas pueden verse así mismas como si tuvieran sobrepeso. En estos casos, existen la anorexia nerviosa tanto restrictiva como la de atracón-purgativa: en la restrictiva las personas afectadas limitan severamente la cantidad y el tipo de alimento que consumen; mientras que, en la conocida por atracón-purgativa, las personas no solo restringen fuertemente la cantidad y el tipo de alimento que consumen, sino que también, ingieren grandes cantidades de alimentos en poco tiempo, seguido por vómitos o por el uso de laxantes y/o diuréticos para eliminar lo consumido.

Los síntomas más comunes de la anorexia, recaen en la extremada restricción en la alimentación, el exceso y la intensidad de ejercicio, la delgadez extrema, intentos constantes para adelgazar y la negativa a mantener un peso saludable, persistente temor a subir de peso, imagen corporal propia distorsionada y una autoestima influenciada por las percepciones del peso y la forma del cuerpo.

Estas complicaciones pueden derivar en consecuencias más graves para la salud como la pérdida de masa ósea, anemia, debilidad muscular, cabello y uñas quebradizas, piel seca y amarillenta, crecimiento de vello fino en todo el cuerpo, estreñimiento, presión arterial baja, respiración y pulso lento, problemas en el funcionamiento de órganos vitales, disminución de la temperatura corporal interna, infertilidad e insuficiencias varias. La anorexia se destaca por sobre los otros trastornos por generar un peligro inminente en la vida de la persona que lo padece, ya que el riesgo de perder la vida puede ser por cuestiones médicas, y en un segundo lugar, por derivar en depresiones profundas en quienes se encuentran bajo este trastorno.

En cuanto a este tipo de trastorno, pesan diferentes mitos que forman opinión sin una evidencia científica segura que sustente dichos argumentos, agravando el desconocimiento sobre una cuestión tan sensible. Muchas veces escuchamos comentarios tipo “esa chica está muy flaca, debe ser anoréxica”, “las personas con anorexia solamente piensan en la comida y en adelgazar”, entre otras similares afirmaciones que se limitan a etiquetar a la anorexia vinculandola a la falta de apetito y a la delgadez extrema, lo cual configura un aspecto pero no el todo, ya que cualquier persona puede haber de peso significativamente o que haya adelgazado por facilidad genética sin necesariamente estar padeciendo algún cuadro negativo o patológico. Entre los criterios que se utilizan con más habitualidad para diagnosticar la anorexia, se encuentra la ansiedad, los síntomas depresivos, el aislamiento social, el bajo deseo sexual, el desequilibrio hormonal, la pérdida de autoestima y demás. Si bien la delgadez está a la vista, lo psicológico repercute de manera más directa y no es de fácil percepción para el resto. Tanto la anorexia como la bulimia tienen un origen psicológico y consecuencias psicológicas, sería un error pensar en estos trastornos solamente en relación a la comida. Una persona puede estar muy preocupada por su alimentación y por verse más flaca, y no necesariamente presentar ningún síntoma de un Trastorno de la Conducta Alimentaria. 

Argentina y los TCA

Relevamientos internacionales realizados por Mervat Nasser, especializado en investigaciones en tema de salud y desarrollo del instituto de psiquiatría del Kings College en Londres, determinó que el país con mayor índice de Trastornos de la Conducta Alimentaria es Japón, siendo afectada un 35% de la población, y en segundo lugar se encuentra Argentina con un 30% de la población con algún tipo de trastorno ligado a la alimentación. Según lo señalado en un informe de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) en 2021, se estima que 1 de cada 100 mujeres sufren de anorexia.

“Argentina tiene una historia de represión y silencio, sobre todo femenino. La palabra fue y sigue siendo sacrificada acallando conflictos y traumas, por lo que en la anorexia se cierra la boca para no comer, al mismo tiempo que se la cierra para no hablar y en la bulimia se tragan palabras en forma de comida y se las vomita para no pronunciarlas. Son patologías del acto. Donde hay acto no hay palabra y donde hay palabra no hay acto”, explica Olga Ricciardi, psicóloga, fundadora y directora de CEDA (Centro Especializado en Desórdenes Alimentarios).

Esta cuestión también encuentra su explicación en construcciones culturales, sobre todo en la década del 90´ y el desarrollo del nuevo siglo, donde a las dietas milagrosas, la ropa como dispositivo que disciplinaba a los cuerpos, la falta de representación de cuerpos comunes y corrientes, se le sumaron las redes sociales, y, el conjunto de ideales y prejuicios sobre la belleza, aumentando la presión por alcanzar ciertos estereotipos corporales.»Imponer modelos físicos idealizados y ocultar los ‘defectos’ de nuestra belleza natural con ediciones y filtros, da a entender que lo que se muestra es una meta sana y alcanzable, cuando en realidad no hace más que reforzar vicios y alimentar obsesiones que, si bien al principio aparentan ser inofensivas, tienen consecuencias reales y dañinas”, afirman desde ALUBA.

Mabel Bello, fundadora de ALUBA, comenta que si bien la gran mayoría de las consultas provienen de mujeres, el número de varones afectados viene creciendo en los últimos años. Según la especialista, el desarrollo de la bulimia y la anorexia cuenta con un 40% de componente genético y un 60% de componente social: “Atendemos a padres con los mismos rasgos que sus hijos, con personalidades con tendencia a lo obsesivo. Se repiten las historias de familias en las que a los adultos les cuesta poner límites y, aunque desbordan de amor, le preguntan a los jóvenes si quieren hacer el tratamiento aun cuando está en riesgo su vida”. La asociación cuenta con un Departamento de Familia, integrado por padres y madres que se capacitaron para ayudar al resto.

“Lo que sí se sabe es que son necesarios dos factores para que se produzca un TCA, que son una predisposición o debilidad y un precipitante, que influya en esta situación, como puede ser un evento estresor, las redes sociales y medios de comunicación, la exigencia deportiva en disciplinas como el atletismo o la danza. Pero nunca en sí mismos justifican el desarrollo de un trastorno alimentario”, explican los especialistas acerca los motivos que impulsan a la preeminencia de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.

Qué podemos hacer 

El método que más eficacia tiene para tratar los Trastornos de la Conducta Alimentaria es el de la prevención, que se puede realizar difundiendo los síntomas y riesgos de cada uno de los cuadros para que se detecte tempranamente la patología en el entorno cercano de la persona afectada, advirtiendo rápidamente el diagnóstico y el tratamiento a efectuar. Las redes sociales y la publicidad, en su sentido más general, difunden a la extrema delgadez como el ideal de la belleza, constituyendo un empuje cultural importante, y si bien esto debe estar regulado, no configura la causa principal de las patologías en el plano alimentario. Aceptar lo que sentimos, aceptar nuestros cuerpos y brindarle confianza a las personas cercanas que sufren algún tipo de inseguridad sobre su estado físico, es fundamental para preservar la salud. La buena nutrición, el ejercicio físico y las actividades que apunten al cuidado psicofísico, son elementales en el desarrollo humano.

“Si bien está sancionada la Ley 26.396, la cual garantiza que la obra social cubra un tratamiento integral y ampara frente a la discriminación, no se realiza una campaña de concientización sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria, los cuales pueden llegar a poner en riesgo la vida», explica Olga Ricciardi y sigue, «tanto las obras sociales como las prepagas deben cubrir el tratamiento, pero, en muchos casos no son los adecuados por el costo de los mismos. Los comedores escolares deben corregir las deficiencias o excesos en la alimentación. Los quioscos en las escuelas deben ofrecer productos para una alimentación saludable que tienen que estar a la vista de los alumnos y esto no se cumple y tampoco se exige cumplimiento», señala y completa, «la publicidad y los diseñadores de moda no deben utilizar la extrema delgadez como símbolo de salud y belleza, además deben ofrecer una imagen más plural de los jóvenes, en especial de las mujeres, sin embargo, no hay sanción en el caso de no cumplirse”.

Las recomendaciones de quienes son especialistas en estas problemáticas, se basan en que las personas que padecen alguna de estas patologías “tengan su espacio de tratamiento con los profesionales correspondientes” y “en el caso de tener algún síntoma, no hablarle del mundo externo, de la comida o del cuerpo, sino empezar con el mundo interno: qué siente, qué siente ante determinadas cuestiones, qué hace cuando está enojado, qué hace cuando está contento o frustrado, pero empezar a pensar juntos”.  Hablando de las externalidades, la comida, la ropa, el cuerpo, solo acentúa el mecanismo de defensa de quien padece la patología; pero si empatizamos, escuchamos y ayudamos a que esta persona ponga en palabras sus emociones, podremos contribuir a un cambio de rumbo y a una mejora considerable en las sensaciones que experimenta.

Cualquier persona puede padecer trastornos alimentarios, sin distinción de edad, identidad de género, clase social ni tamaño corporal. Desde Amnistía Internacional Argentina recomiendan recurrir a profesionales de la salud si sentimos que tenemos una relación conflictiva con la comida o con el cuerpo, o si conocemos a alguien que puede padecerlo. “Empecemos a hablar de trastornos alimentarios porque mientras más escondidos o estigmatizados están, más peligrosos se vuelven”, sostienen desde la organización.

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