Rosalía conquista Buenos Aires entre rock, fútbol y empanadas

La cantante española Rosalía vivió una estadía breve pero intensa en la ciudad de Buenos Aires, marcada por una mezcla ecléctica de música, fútbol, cultura popular y gastronomía local. Su paso por la capital porteña condensó múltiples escenas que resonaron en redes sociales y medios, mostrando una versión de artista cosmopolita, curiosa y atenta al simbolismo cultural de cada espacio.

La visita de Rosalía pareció pensada para absorber la vitalidad de la escena argentina: tras ver un show del colectivo emergente Cindy Cats, mantuvo encuentros con referentes locales. En particular, su reunión con Charly García, ícono del rock nacional, fue lo que más conmovió a fans y medios. Se vieron en el hotel Faena Hotel, intercambiaron discos con dedicatorias —Rosalía le obsequió su álbum LUX con la leyenda “Para Charly, la leyenda. Con amor” y él le regaló un vinilo autografiado de su ópera-rock La hija de la lágrima— y prometieron volver a encontrarse con más tiempo. 

Ese gesto, más allá de lo simbólico, remite a algo más profundo: una suerte de puente cultural entre generaciones y geografías. No se trató sólo de una foto amigable o de marketing; parece ser una voluntad real de diálogo artístico, una especie de apostilla simbólica al valor de la música rioplatense desde una mirada global.

En un guiño cargado de iconicidad, Rosalía visitó el estadio de Boca Juniors acompañada del rapero Trueno. Recorrió vestuarios, posó con la camiseta azul y oro —incluso con el número 10 y su nombre en la espalda—, y corrió descalza por el césped del mítico reducto xeneize. Sus palabras al salir del estadio ilustraron ese asombro performativo: “No sé por qué me da nervios. ¡Qué chulo! Es muy bonito, es muy grande. Es grande, pero está cerca”. Este gesto, en apariencia anecdótico, puede leerse como una apropiación simbólica: la artista europea reconociendo un templo del fútbol popular argentino, un espacio cargado de identidad histórica, pasión colectiva y rituales de masas.

Sabores porteños: de la cocina al flan con dulce de leche

Durante su paso por Buenos Aires, Rosalía también exploró la gastronomía local. Según relató en una entrevista para Luzu TV, se deleitó con platos típicos como milanesa, puré, flan con dulce de leche, medialunas y —especialmente llamativas— empanadas de ternera. Incluso describió la experiencia como “indulgencia a nivel extremo”. La artista compartió fotos con cocineros argentinos, se animó a preparar la masa, condimentar, cerrar el repulgue de las empanadas, y prometió llevar esas técnicas a Barcelona para replicarlas. 

Más allá del exotismo culinario, este gesto conecta con una práctica de intercambio cultural: una artista global abrazando sabores locales, resignificándolos como parte de su viaje artístico.

La estadía de Rosalía en Buenos Aires podría leerse como un mini-tour simbólico de integración cultural. No hubo conciertos propios, pero eso no pareció importar: su recorrido —entre rock nacional, La Bombonera, literatura porteña (se la vio con la escritora Mariana Enríquez) y cocina local— funcionó como un dispositivo de visibilidad que resignifica territorios simbólicos. Ese enfoque performativo cuestiona los modos convencionales de un tour musical. En lugar de rutas de consumo global homogéneo, lo que emerge es un gesto de híbrido cultural: una artista catalana que reconoce, celebra y se apropia simbólicamente de espacios populares de Buenos Aires, transformándolos en parte de su narrativa personal.

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