Una vez más, Argentina se vistió de arcoíris. En su 34º edición, la Marcha del Orgullo LGBTIQ+ desbordó las calles argentas con una marea de cuerpos, glitter y banderas que no solo celebraron la diversidad, sino que gritaron, con alegría y convicción, que el orgullo también es resistencia.

Bajo la consigna “Frente al odio y la violencia: más orgullo y unidad”, miles de personas se reunieron desde temprano en Plaza de Mayo y en muchos otros puntos del país. Entre los puestos de la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo (COMO) se mezclaban vinchas, pañuelos, stickers, productos cannábicos y fanzines, mientras el sol acompañaba una jornada que fue tan política como festiva
En un contexto atravesado por discursos de odio y recortes a las políticas públicas, la marcha de este año fue mucho más que una fiesta. Como en aquel 1992, cuando la primera consigna fue “Libertad, igualdad y diversidad”, la historia se repite: las calles siguen siendo el escenario de la resistencia.
“Seguimos eligiendo responder con más orgullo, más amor y más unidad”, afirmó María Rachid, presidenta de la FALGBT. “La historia de nuestro movimiento demuestra que cada derecho conquistado fue fruto de la organización, la solidaridad y la resistencia frente al autoritarismo y la exclusión.”
En la cabecera, un bus descapotado de Diplomáticos por la Igualdad encabezaba la columna con representantes de distintos países que firmaron días antes una Declaración Conjunta Orgullo 2025 en apoyo a las agendas LGBTIQ+. Detrás, sindicatos, colectivos transfeministas, agrupaciones políticas, organizaciones barriales y miles de personas sin etiquetas marchaban entre música, baile y consignas creativas como “La educación pública es orgullo” o “No hay putx en un planeta muerto”.

La Avenida de Mayo se transformó en una pasarela de lucha y celebración. Desde una comparsa de Gualeguaychú hasta banderas palestinas que recordaban la solidaridad internacional del movimiento, todo fue color, ritmo y memoria.
“Frente a los atropellos del gobierno nacional, nos paramos con orgullo”, señaló Diego Tedeschi Loisa, militante histórico de la Marcha. “Así lo hicimos en los 90, a pesar de los placares de miedo. Así lo haremos siempre”.
El cierre fue, como siempre, multitudinario y emocionante. En el escenario del Congreso, mientras sonaban DJs, Massacre y Ángela Torres, se leyeron los discursos finales: homenajes a militantes fallecidos, abucheos a figuras del poder y un grito unánime por la libertad de Cristina Fernández de Kirchner, la paz en Palestina y el fin de los discursos de odio.
Antes del desfile, organizaciones de derechos humanos realizaron un “Pañuelazo por la Memoria, la Verdad y la Justicia”, junto a Madres, Abuelas, HIJOS y Nietes. “El amor vence al odio”, decía el cartel que encabezó esa marcha dentro de la marcha.
“La fuerza del orgullo está intacta”, expresó Ricardo Vallarino, presidente de 100% Diversidad y Derechos. “Reafirmamos que el amor y la igualdad siempre vencen al odio, aun cuando es propagado desde la cima del poder del Estado.”
Treinta y cuatro años después de aquella primera marcha con apenas 300 personas y máscaras para evitar la persecución, la historia volvió a repetirse: las calles fueron nuestras, el orgullo fue colectivo y el mensaje, contundente.