Alejandro nació y creció en el pueblo salteño General Güemes, donde vivió con su madre Emiliana y a quien le dedicó el sueño cumplido: recibirse de arquitecto. “Elegí esta profesión para hacerle la casa a mi mamá. Ella fue mi motor”, cuenta.
Su historia
En el año 2011 la Universidad de San Martín le dió la oportunidad de estudiar una carrera y el joven decidió aprovecharla al máximo. En el mes de agosto del presente año, finalizó sus estudios que fueron fruto de muchísimo esfuerzo, pero además de un logro personal, fue también familiar.
Él es el último de ocho hermanos, y es el primero en acceder a la educación universitaria y uno de los pocos de su ciudad. “A veces, mi familia, amigos o algún vecino se me acerca, no me dicen nada, pero me miran y se emocionan y se le caen las lágrimas”, relata.
Su historia es de mucho sacrificio, comenzando con un viaje de más de 24 horas de Salta a Once, en un micro destinado a comerciantes. Pero el desafío más grande fue enfrentarse a la inmensa Ciudad de Buenos Aires con tan sólo 18 años. “Yo vengo de una familia muy humilde, pobre. Mi mamá nos crió sola haciendo siempre lo mejor que pudo por nosotros, que somos ocho. Cuando le dije que quería viajar a Buenos Aires para estudiar se puso algo melancólica, pero lo entendió: ‘¡Sos todo un hombrecito y tenés que hacer tu vida! ¡Llegó la hora de volar!’, me dijo. Y me fui”.
Sobre lo que lo motivó a elegir su carrera cuenta: “Siempre me gustó dibujar y tuve facilidad para ello. Y como vivíamos en una casita muy humilde, pobre, que se levantó en un asentamiento, que luego se formó como un barrio, yo siempre le decía a mi mamá que había que reformar o hacer arreglos; y ella me decía que eso lo tenía que hacer un arquitecto y que salía mucha plata. Y le prometí que algún día le haría una casita”.
Su proyecto final
La última instancia evaluativa de Alejandro fue con el proyecto “Hábitat y hábito”. Sobre los fundamentos del mismo expresó: “Ahí, básicamente indago cómo el hábitat en el que vivimos genera hábitos, comportamientos y costumbres en las personas, pero mirado desde el punto de vista de la arquitectura me permite generar no solamente un análisis en Villa Lynch, el lugar donde hice la tesis, sino también incorporarlo desde el punto de vista de la arquitectura, por un lado y por otro, desde el punto de vista urbanístico. O sea, la mirada de poder construir espacios que incluyan el máximo posible a la cantidad y la multiplicidad de personas que habitan el espacio público, con una perspectiva de género”.
Alejandro también reflexiona sobre cómo sus orígenes marcaron su historia, y analiza sobre qué implicancias tiene el lugar donde se nace en el resto de la vida. “La idea sale desde lo personal. Cuando llegué a la universidad, las materias teóricas, las que requerían lectura como Historia o Filosofía me costaban muchísimo porque, al principio, no entendía y después comprendí que, claro, yo vengo de la pobreza, de un lugar muy humilde. Yo conocí una biblioteca a los 18 años, no tenía el hábito de agarrar un libro. Recién en la universidad supe cómo era una biblioteca, y veía que la mayoría de lo que me costaba era porque el hábitat en el que me crié no estaba el hábito de la lectura. De ahí sale la idea de hábitat y hábito que después polaricé a la arquitectura y a analizarlo desde ese lugar para así construir espacios que puedan contribuir a esto eso, por un lado”
Además, un componente fundamental en su trabajo es el de la perspectiva de género, área que exploró partiendo de la historia de vida de su madre. “Surge porque soy hijo de una mamá soltera, y entiendo que fue difícil para ella siendo una mujer de provincia, marrón, y todo lo que eso implica siendo pobre, y que los espacios no están preparados muchas veces no sólo para una mujer como ella sino para muchos otros tipos de gente. Eso, en realidad, tiene que ver un poco con lo personal, pero también un poco con las coyunturas actuales y los debates actuales que se están teniendo hoy la sociedad argentina. Aún en 2023, la educación es un privilegio y cuando no tenés recursos perdés la capacidad de soñar”
Hoy Alejandro apuesta por un desarrollo consciente de su profesión, y pone en valor los/as amigos/as y colegas que encontró en su paso por la Universidad, así como también a su familia que lo apoyó desde el principio. Su historia es ejemplo de superación, pero su trabajo es algo colectivo: es un aporte fundamental a las discusiones por las oportunidades y la educación.