Ana Sol Peinetti, la joven científica que impulsa una nueva generación de diagnósticos rápidos y gana el Premio Fima Leloir 2025

En una época en la que la ciencia argentina enfrenta desafíos presupuestarios y estructurales, la noticia irrumpe como un recordatorio de lo que el país es capaz de producir incluso en contextos adversos. Ana Sol Peinetti, Química y Bioingeniera de 38 años, formada en la UBA y especializada en Estados Unidos, fue reconocida con el Premio Fima Leloir 2025 por su aporte decisivo al desarrollo de tecnologías de diagnóstico basadas en nanotecnología. Su objetivo es tan ambicioso como urgente: crear test más sensibles, precisos y accesibles para detectar enfermedades infecciosas que afectan a millones de personas en la región.

Desde hace cinco años dirige el Laboratorio de Bionanotecnologías del INQUIMAE (UBA-CONICET), donde coordina a un equipo joven que combina química de materiales, bioingeniería y biología molecular. Allí comenzaron, en plena pandemia, proyectos que hasta entonces no existían en Argentina: el desarrollo de aptámeros, pequeñas secuencias de ADN capaces de reconocer con extrema especificidad proteínas virales. La tecnología promete revolucionar la forma en que se diagnostican infecciones como dengue, zika, chikunguña e incluso otras patologías emergentes.

Peinetti lo explica con claridad: los test rápidos actuales sirven para monitorear, no para confirmar diagnósticos con certeza. Si el resultado es positivo, hay pocas dudas; pero si da negativo, la incertidumbre sigue ahí. Su investigación busca cambiar esa lógica. La clave está en transformar la presencia de un antígeno viral en una señal amplificable de ADN, algo que permitiría test ultrasensibles sin necesidad de infraestructura de laboratorio. “Queremos que un diagnóstico certero pueda hacerse en casa, en un hospital o en un aeropuerto, sin complicaciones y sin riesgo de contaminación”, detalla.

El proyecto, que combina nanotecnología con ingeniería de biomoléculas, llamó la atención del jurado del Premio Fima Leloir, que decidió otorgarle el reconocimiento por unanimidad. Para Peinetti, el premio no solo valida el trabajo local, sino que recupera una tradición científica argentina que apuesta a resolver problemas del propio territorio. “En un momento tan difícil, este reconocimiento es un recordatorio de la importancia de seguir haciendo ciencia acá”, dijo al recibir la distinción.

El camino de Peinetti incluye una formación sólida en la UBA, un doctorado en química y un posdoctorado en la Universidad de Illinois financiado por la prestigiosa beca Pew. Su regreso al país en 2020 fue posible gracias al Programa Raíces y a subsidios nacionales e internacionales que le permitieron montar su laboratorio. Desde entonces, su equipo viene sumando reconocimientos: en 2021 obtuvo el premio L’Oréal-UNESCO “Por la Mujer en la Ciencia”; en 2024, el Fondo de Innovación de la fundación Pew; y en 2025, el Pew–Chan Zuckerberg Repatriation Award.

Más allá de su carrera internacional, Peinetti insiste en que su lugar es Argentina. “Siempre quise volver. Lo que le da sentido a mi trabajo es poder aportar a resolver problemas de salud de nuestro país”, afirma. Su línea de investigación apunta directamente a eso. En un contexto de aumento de casos de dengue y otras enfermedades transmitidas por mosquitos, desarrollar test accesibles, sensibles y rápidos podría transformar la vigilancia epidemiológica en toda la región.

El Premio Fima Leloir, que se entrega cada dos años para destacar a jóvenes científicos en biomedicina, biología y fisiología, vuelve a poner en el centro el valor del conocimiento local. En esta edición también recibieron menciones María José Iglesias (IFIBYNE) y Agustín Mangiarotti (CIQUIBIC-UNC), mientras que el jurado estuvo integrado por referentes del CONICET, la UBA, la UNC y la Fundación Instituto Leloir.

En un contexto de fuga de cerebros y laboratorios que sobreviven con creatividad, la historia de Ana Sol Peinetti funciona como un contrapunto esperanzador. Una apuesta por regresar, construir equipo, desarrollar tecnología estratégica y demostrar que la ciencia argentina tiene futuro. Y, sobre todo, que ese futuro puede estar guiado por una pregunta simple y potente: cómo mejorar la vida de las personas a partir del conocimiento.

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