La disfluencia o tartamudez es un trastorno que genera alteraciones en la fluidez del habla. Las personas que transitan esta dificultad tienden a repetir sonidos, palabras o sílabas; como también a prolongarlas o a detenerse en ellas. La visibilización de las personas que conviven con la disfluencia busca no solo eliminar los prejuicios y evitar la discriminación, sino también, lograr que se considere como un hecho natural y público.
Las personas que padecen de este trastorno saben lo que quieren decir y transmitir, pero encuentran dificultades a la hora de exteriorizarlo. El esfuerzo que hacen las personas disfluentes no solamente se ve evidenciado en su oralidad, sino también, en gesticulaciones faciales. Estas situaciones, generan complicaciones a la hora de comunicarse con otras personas e influyen negativamente en la calidad de vida de quienes lo padecen, a lo que se le suma una histórica ausencia de información genuina que pueda traer alivio o abrir las puertas a tratamientos accesibles.
Las estadísticas internacionales señalan que el 1% de la población mundial es disfluente, con una edad de inicio que va de los 2 a los 7 años, afectando a los hombres más que a las mujeres. De acuerdo a lo informado por la Asociación Internacional de Tartamudos, la disfluencia se relaciona directamente con ciertas alteraciones en las áreas cerebrales que se encargan de la coordinación y sincronización de los movimientos del habla. Se determina que no se trata de un problema de comunicación, ni de lenguaje, sino del aparato motor que afecta de manera particular a cada paciente.
Según numerosos estudios, las personas disfluentes comienzan a evitar situaciones de habla o intentan no pronunciar la palabra con la cual piensan que pueden llegar a ‘trabarse’, al tener en cuenta los antecedentes. Las emociones y los pensamientos negativos empiezan a pesar, haciendo estas situaciones aun más complejas.
La licenciada especialista en fonoaudiología, Julieta Salgueiro, integrante de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Tartamudez, comenta que en el caso de los niños y niñas disfluentes, “No hace falta llegar a la burla: un gesto de extrañeza también genera que dejen de hablar. La recomendación básica ante alguien que tartamudea es darle el tiempo que necesita para terminar de hablar sin terminarle la oración. Sostenerle la mirada, aunque ellos dejen de mirar por los espasmos. Una mirada con amor, no incomoda”.
“Yo tengo una disfluencia en el habla. ¿Hay alguien acá que tenga tartamudez?” preguntó el ministro del Interior, Wado De Pedro, en un acto en la localidad bonaerense de Ensenada ante estudiantes del último año del secundario. A su vez, De Pedro propuso “cortar con los discursos de odio para construir una sociedad mejor, una sociedad más justa, libre, soberana e inclusiva para todos y para todas”.
Las palabras del actual ministro del Interior resuenan en los medios de comunicación en estos días debido al inoportuno comentario del periodista Gabriel Levinas, que ante la posibilidad de que De Pedro sea precandidato presidencial, señaló: “Si vas a poner una persona de esta naturaleza como candidato a Presidente sabés que en la Argentina va a fallar, porque la sociedad no está preparada para eso. ¿Por qué lo ponés igual?”.
Ante esto, no tardó en llegar la respuesta de diferentes referentes de la política nacional que se pronunciaron en repudio a estas declaraciones y en apoyo a Wado De Pedro, quien desde hace tiempo expone cómo sobrelleva la tartamudez a lo largo de su vida. Según indicó Gastón Galante, miembro de la Asociación Argentina de Tartamudez, desde que el ministro tomó mayor visibilidad pública “las consultas se han quintuplicado”, y continúa, “hay mucha gente consultando sobre distintos tratamientos y sobre distintos profesionales en distintas zonas del país”.
También, a través de un comunicado, desde la Asociación expresaron: “Las personas con tartamudez no están imposibilitadas para desempeñarse en el ámbito académico/profesional, así como tampoco se encuentran impedidas de alcanzar sus metas personales”.
La disfluencia o la tartamudez, puede variar según cada persona y sus cuestiones particulares. Sin embargo, cuando este trastorno perjudica la continuidad de la comunicación, se recomienda acudir a una consulta temprana con un/una fonoaudiólogo/a especializado/a y comenzar un tratamiento adecuado para el adulto, niño o niña. La caracterización de la disfluencia, suele dividirse en aquella que se manifiesta cuando las personas están desarrollando su habilidad con el lenguaje y la fluidez del mismo; mientras que, por el otro lado, se exterioriza con la tensión muscular, un mayor número de repeticiones de palabras o sílabas, y más parte del cuerpo involucradas en el intento por lograr la producción de oraciones.
Es así, que muchas veces las personas con esta condición son vistas como ‘tímidas’ o ‘calladas’, cuando en realidad están evitando comunicarse por temor a que su problemática quede expuesta, y así, no hablan sobre lo que le pasa.
La Asociación Argentina de Tartamudez surge como respuesta para estas recurrentes situaciones, bajo la idea de “generar cambios para desmitificar lo negativo, el prejuicio y la burla”. Está integrada por personas con disfluencia y por madres y padres de personas que también la padecen.
Desde la asociación aseguran que buscan “fomentar la participación activa de fonoaudiólogas de todo el país, dentro y fuera de la Institución, logrando aumentar la cantidad y calidad de especialistas que atiendan tanto en el Ámbito público como en el privado”. Además, insisten que hay tratamiento para cualquier edad, para la niñez y la adultez, para que adquieran modos de habla cómoda, y también, que se aprendan estrategias para hablar sin necesidad de optar por el silencio.
Para más información, ingresa a www.aat.org.ar.