El plan que tenía Manuel Belgrano para cultivar cannabis en Argentina

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Tras conocer las aplicaciones industriales del cannabis durante sus estudios en Salamanca, Belgrano vio en la producción del cáñamo interesantes oportunidades para su uso en la industria textil de nuestro país.

Manuel Belgrano es un prócer de la historia argentina y un impulsor del desarrollo soberano de los pueblos de América, siendo protagonista de la Revolución de Mayo y encaminando la gesta independentista. Entre tantas cosas, se destacó por su labor como funcionario del Virreinato del Río de la Plata, donde buscó fomentar la ciencia y la divulgación del conocimiento del cáñamo y, de esta manera, reducir las desigualdades y mejorar las condiciones de vida de la población. Es así, que con una visión adelantada para su época, tras realizar sus estudios en la ciudad española de Salamanca, trabajó sobre la idea del desarrollo económico que podía impulsarse a partir del cannabis y su formalización como industria local.

Con la formación adquirida en sus estudios universitarios, ya de regreso a su tierra, en 1976, escribió: “Nadie duda de que un Estado que posea con la mayor perfección el verdadero cultivo de su tierra es el verdadero país de la felicidad pues en él se encontrará la verdadera riqueza”. Entendiendo las necesidades que tenían los pueblos americanos de desarrollar la agricultura como actividad comercial e industrial, y las condiciones propicias del suelo de nuestra patria, propuso el cultivo de la planta oriunda del sudeste asiático. Su proyecto se basaba en fabricar con su fibra telas para uso doméstico y elementos para la navegación.

Cáñamo y cannabis

El cáñamo y el cannabis pertenecen a la misma familia, Cannabis Sativa L. Sus diferencias radican en su selección y domesticación: el cáñamo fue cultivado y moldeado para obtener materias primas -semillas, aceite, fibra, celulosa-, mientras que con la marihuana se buscó, a través de los años, su efecto psicoactivo, y las variaciones en cuanto a su cultivo y selección se enfocaron en el incrementó de los niveles de THC. La innovación con respecto al cannabis radicó en sus potencialidades medicinales y la legislación que surgió al respecto en los últimos años. 

La marihuana, el cáñamo, los cannabinoides, CBD, aceite de cannabis y aceite de cáñamo, siguen siendo parte del debate, la controversia y el prejuicio en la sociedad actual.

Cabe destacar que a finales de 1700, no existía el concepto “droga” y no pesaban restricciones sobre el uso de la planta de cannabis. Su utilidad industrial en Europa se reflejaba en las cuerdas, las velas y la estopa hecha con cáñamo. 

Belgrano por su parte, en una de las memorias que escribió en 1796, sentó las bases de su pensamiento con respecto al progreso industrial basado en la agricultura; al siguiente año elaboró el texto titulado “Utilidades que resultarán a esta Provincia y a la Península del cultivo de lino y cáñamo”, que se trata de un manual que contiene un una serie de sugerencias para quien se interese en la producción de cannabis. Belgrano describe a estas plantas como “tan útiles para la humanidad”, y agregaba: “Son increíbles los beneficios que proporciona a un país un nuevo cultivo provechoso”.

El prócer argentino veía en el cannabis una salida laboral posible de contener a gran parte de la población funcionando como una “exterminadora de la pobreza”, considerando al cannabis como “un recurso para que trabajen tantos infelices, y principalmente del sexo femenino, sexo, en este país, desgraciado, expuesto a la miseria y desnudez, a los horrores del hambre y estragos de las enfermedades, expuestos a la prostitución o a tener que andar mendigando de puerta en puerta un pedazo de pan”.

A pesar de esto, la Corona española obstruyó las ideas de Belgrano, ya que sospechaban que estas medidas podrían favorecer la autonomía de los pueblos americanos. “Por lo que hace a mi propósito, que desde el principio de 1794 hasta julio de 1806, pasé mi tiempo en igual destino, haciendo esfuerzos impotentes a favor del bien público; pues todos, o escollaban en el gobierno de Buenos Aires o en la Corte, o entre los mismos comerciantes, individuos que componían este cuerpo, para quienes no había más razón, ni más justicia, ni más utilidad ni más necesidad que su interés mercantil; cualquiera cosa que chocara con él, encontraba un veto”, escribió en sus memorias el creador de la bandera argentina. Al fin y al cabo, reflexionó sobre que “nada se haría en favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común”. Como un mensaje de esperanza, esbozó: “me propuse, al menos, echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos”.

El cultivo de cáñamo es una industria creciente en diferentes partes del mundo. Podemos encontrar ejemplos europeos en Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y España, los más cercanos en Uruguay y Chile, y el liderazgo de China como primer productor mundial, con Canadá por debajo junto a la Unión Europea. 

En Latinoamérica, el primer país en legalizar la cadena de producción fue Uruguay en el año 2012, donde en poco tiempo más de 40 empresas obtuvieron la autorización para la producción de cáñamo industrial. “La clandestinidad les regala un mercado. No sé si lo que proponemos puede cambiar el problema. Lo que tengo claro es que 100 años persiguiendo la drogadicción no da resultados”, dijo el entonces presidente de la República Oriental del Uruguay, José “Pepe” Mujica. 

Hoy, la amplitud de voces y las posibilidades de profundizar las etapas de investigación, brindan la oportunidad de profundizar la propuesta que impulsó Manuel Belgrano.

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