Waldemar Cubilla: de estar en la cárcel a ser sociólogo y fundar una biblioteca popular

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Waldemar Cubilla estuvo privado de su libertad durante casi diez años, tiempo en el que decidió resignificar el encierro y transformarlo en el inicio de su proyecto de vida. Eligió estudiar, recibirse de sociólogo y docente, para luego fundar una biblioteca popular en el barrio donde nació, La Cárcova de José León Suárez.

La historia de Waldemar comienza como la de muchos/as jóvenes del país, habiendo nacido en un lugar de vulnerabilidad extrema en el que la delincuencia se presenta como una alternativa para sobrevivir. 

“Las juventudes de los barrios populares entienden a la justicia no necesariamente como lo que está bien, muchas veces la ley es lo que perjudica, porque se contradice con la cotidianeidad de tu vida. Sabiendo que delinquir contradice al código penal y que acarrea años de prisión, la motivación muchas veces no es racional o legal. Está meditado pero se sustenta en, quizá, una manifestación de querer vivir distinto. Justifica que vos entiendas a la delincuencia como válida, y que la pregones en ciertos casos”, cuenta. 

A los 18 años, mientras pasaba a su último año de secundaria, ingresó en un penal de máxima seguridad. Luego pasó por varias unidades penitenciarias, en las que fue encontrando el deseo por estudiar y descubriendo la capacidad de organización entre presos como espacio de articulación de demandas comunes.

En la cárcel 48, Waldemar se encontró con que no había centros de estudios ni bibliotecas. Esta falta lo impulsó, junto a compañeros también convictos, a reclamar por la posibilidad de estudiar carreras universitarias. La Universidad de San Martín (UNSAM) fue la casa de estudios que se hizo cargo de estas demandas con una política de extensión universitaria. Hoy, esta propuesta que comenzó con la iniciativa por parte de los presos, se convirtió en un proyecto del Estado y el Centro Universitario de la Unidad 48 es el más grande del país. 

Una experiencia significativa para Cubilla fue la de encontrarse alfabetizando a sus compañeros. Este momento, junto con su propio recorrido como estudiante, sembraron la semilla de la decisión que tomó luego de cumplir con su condena. Una vez en libertad, comenzó a formar parte de un equipo de investigación de la UNSAM, ejerció la docencia y fundó la biblioteca popular La Carcova. 

A partir del impacto que tuvo en su vida y en la de muchos otros, surgió la pregunta por la importancia que tendría conformar un espacio como el que tuvo en la cárcel, pero en su propio barrio. Hace once años asumió aquel desafío y hoy la biblioteca se erige como un lugar de referencia para vecinos y vecinas del barrio de José León Suárez, por el que pasan aproximadamente 200 personas por día. 

Waldemar tiene presente en su día a día la situación de vulnerabilidad que marcó sus orígenes y que continúa siendo la realidad de muchos/as jóvenes. En un análisis sobre la sociedad actual, reflexiona: “Hay muchas armas circulando, estamos bajo un proceso de reconstrucción de la legitimidad de la violencia, esa es la pregunta en algunos ámbitos. Cómo construir principios de justicia a favor de la comunidad, cómo hacer circular otras cosas. Nosotros aportamos a esa causa desde el acceso al libro, construyendo ámbitos de calidad para las niñeces. Es una forma de ampliar la cancha. No es solo un tema del Ministerio de Salud o de Educación, es repensar el Estado y hasta la ciudad y el paisaje. La tarea nuestra es constituir un paisaje alternativo, con ‘derecho al equívoco’ o más bien ‘derecho a la resignificación’”.

La historia de Waldemar Cubilla es ejemplo de compromiso y resiliencia. Su camino da cuenta de las posibilidades que brinda estudiar en procesos de privación de libertad y cómo estos pueden traducirse en oportunidades una vez fuera de la cárcel. La educación es, sin dudas, un elemento fundamental para marcar la línea entre la reincidencia y la inserción en la sociedad. 

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