Primitiva Coronel: tejiendo resiliencia desde el pueblo jujeño de Caspalá

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Primitiva es una artesana que con su ejemplo supo empoderar a las mujeres que habitan el pueblo ubicado al noroeste de Jujuy. Una comunidad ancestral con una fuerte impronta andina de 350 habitantes, trazan la historia de vida de esta mujer septuagenaria.

Caspalá es una localidad jujeña que se encuentra a espaldas del cerro de los 14 colores y a 3.100 metros del nivel del mar, en un valle que se esconde en el centro de la quebrada Honda, y es reconocido como uno de los diez mejores pueblos del planeta, según la Organización Mundial del Turismo, siendo el único elegido en Argentina. Este pequeño pueblo tiene un marcado compromiso con el desarrollo sostenible de la economía y la cultura, respetando los orígenes que se reflejan en la autenticidad de las costumbres de quienes lo habitan.

Para llegar hasta Caspalá, el traslado dura cuatro horas desde Humahuaca o desde Calilegua, y se puede observar, inmersa entre dos ríos y dos montañas. El camino hasta el pueblo está acompañado de un paisaje de montañas multicolor que lo hace inigualable.

Caspalá

“Si querés hacer algo lo hacés. Nada te detiene”, afirma Primitiva, quien a los 16 años tuvo que abandonar los estudios por la ausencia de su padre en el hogar. A esa edad aprendió a bordar sobre un cartón, sobreponiéndose a las limitaciones materiales, al poco tiempo ya comenzó a dibujar flores y letras sobre todo tipo de prendas. Tras varias décadas en donde crió a sus hijos y trabajó para conseguir el sustento diario, en la actualidad es la referente de las tejedoras reunidas en Flor de Soldaque. La red reúne a un grupo de artesanas de la comunidad, las cuales aprendieron a bordar y a tejer gracias a Primitiva. “Ella es la primera artesana de Caspalá”, dice Mirta, una de sus hijas.

“Tuve nueve hijos. Tres han muerto. Me casé pero no sirvió de nada. Crié a mis hijos yo sola, aún cuando me los querían comprar, cuando querían cambiarmelos por una yunta de bueyes para llevárselos al cerro. Pero no, mis hijos son míos y de nadie más”, dice la mujer de 72 años que ahora vive con sus hijas y sus nietas.

En este pueblo, las artesanas se organizan a través de cooperativas y muchas de ellas trabajan la tierra para sembrar papa o maíz. En cambio los varones fabrican las telas que utilizan las mujeres para bordar sus telares y crían ganado en las cercanías.

Primitiva se destaca también por ser una de las impulsoras de bordar con letras góticas los rebozos con los que se visten las mujeres del lugar. Los rebozos son piezas de sayeta que tiene colores brillantes y parecen a pequeñas capas más cortas que los ponchos; son utilizados por las mujeres de su pueblo con bordados de flores propias del lugar y con colores que pueden variar entre fucsia, verde, azul y rojo.

“Cuando yo era chica acá las mujeres vestían rebozos de colores lisos, sin bordar”. Quienes trabajan en la cooperativa de artesanías ‘Flor de Soldaque’, aseguran que fue ella quien impulsó la idea de llevar la ropa decorada con flores que se pueden ver en los paseos a los cerros. Estas flores que dibujan en los rebozos son las mismas que quedan grabadas en los caminos de piedras característicos del pueblo jujeño. 

En Caspalá, la historia de Primitiva, es la historia de muchas artesanas en una comunidad que encuentra, en el tejido y en el bordado, una práctica contemplativa y reparadora. Enseñanza y aprendizaje, de generación en generación, manteniendo viva una cultura que resiste en el tiempo.

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