Hoy, 17 de agosto, se cumple un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del General José de San Martín. Considerado el Padre de la Patria, fue protagonista fundamental de la libertad de Argentina, Chile y Perú.
José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778, en Yapeyú, provincia de Corrientes, que por entonces pertenecía al virreinato del Río de la Plata, y era el menor de cinco hermanos.
Cuando tenía 6 años su familia se mudó a España, y vivió desde el viejo continente el proceso de la Revolución de Mayo, con un creciente interés en formarse como militar y volver a estas tierras, tal como lo hizo.
Fue una figura elemental en la consolidación de la Independencia de Argentina, y contribuyó de manera esencial en los procesos emancipatorios de Chile y Perú. Es considerado el máximo prócer argentino y reconocido como el Padre de la Patria.
En Perú se lo destaca como el ‘Fundador de la libertad del Perú’ y ‘Fundador de la República’. Mientras que, en Chile lo reconocieron en su ejército con el grado de Capitán General.
Más allá de las condecoraciones históricas que recibió merecidamente por su protagonismo en las gestas libertadoras, San Martín, es una pieza clave en la construcción de la identidad nacional.
Entre sus más resonantes logros militares se encuentran la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, el triunfo de la Batalla de San Lorenzo, y el cruce a la Cordillera de Los Andes. Se enfrentó a las condiciones climáticas adversas y a sus problemas de salud crecientes, y fue una parte muy importante en la independencia de Chile y Perú.
Justamente, en Perú, en su condición de haber sido nombrado como Protector del Perú, abolió la esclavitud y los servicios personales, garantizó la libertad de imprenta y de culto, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima.
En julio de 1822, se llevó a cabo una entrevista en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, donde le dejó sus tropas a otro reconocido luchador por la libertad, Simón Bolívar, y regresó a su país. Luego, renunció a su cargo de Protector del Perú, asegurando que “La presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que tenga es temible a los estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo siempre estaré a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública mis compatriotas dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo”.
La ‘historia oficial’ surgida de la pluma de Bartolomé Mitre, y difundida durante muchos años en los manuales escolares, quiso invisibilizar la parte humana que habitaba en Jose de San Martín. Se casó con Remedios de Escalada, en 1812, y de su unión, nació Mercedes Tomasa de San Martín.
En enero de 1823, las autoridades de Buenos Aires le negaron el permiso a San Martín para ingresar, quien no pudo ver a su esposa que se encontraba enferma.
Al poco tiempo, se fue a vivir a Europa junto a su hija Mercedes, donde atravesó por situaciones económicas difíciles, y no recibió ayuda alguna del gobierno argentino, como así tampoco, ni de Chile ni de Perú, que no le pagaban con regularidad los sueldos que le correspondían como general retirado. Pudo sobrevivir gracias a la renta que le producía el alquiler de una casa en Buenos Aires y la ayuda de algunos amigos.
Más allá de la distancia, siempre mantuvo intacto el interés por la situación de su país, y en 1829 llega al puerto de Buenos Aires pero no desembarca. Se entera del derrocamiento del gobernador Dorrego y de su trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle. A la vez, se niega a tomar partido por temor a que se derrame sangre argentina en los posibles enfrentamientos.
En 1838, durante el gobierno de Rosas, cuando los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires, José de San Martín le escribió al Restaurador ofreciéndole sus servicios militares. Juan Manuel le agradeció su gesto y le contestó que podría colaborar de igual manera a través de gestiones diplomáticas con Francia e Inglaterra.
Al enterarse del combate librado en la ‘vuelta de Obligado’, cuando los criollos enfrentaron a las tropas anglofrancesas, San Martín felicitó a Rosas, diciéndole: “Ahora los gringos sabrán que los criollos no somos empanadas que se comen así nomás sin ningún trabajo”.
San Martín sufría asma, reuma, úlceras y estaba padeciendo una ceguera avanzada. Falleció un 17 de agosto pero de 1850, y en su testamento pidió que su sable fuera entregado a Rosas “por la firmeza con que sostuvo el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”. En 1880, se cumplió su última voluntad de que sus restos descansen en Buenos Aires.
En una de sus frases célebres más populares, “seamos libres que lo demás no importa nada”, dejó grabada a fuego en la historia, el valor de una persona que soñó, luchó y concretó la libertad de los pueblos latinoamericanos. En este nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de José de San Martín, sabemos que tenemos huellas donde volver.