Brecha salarial de género: techos de cristal y pisos pegajosos

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En el marco del Día del Pago Igualitario, es necesario remarcar aspectos fundamentales dentro de la brecha salarial de género: techos de cristal, paredes de cristal, pisos pegajosos y un conjunto de características culturales que se trasladan a la realidad económica de miles de mujeres.

La tasa de participación femenina en el mercado laboral tuvo leve mejoras en estos últimos años, sin embargo, la brecha salarial entre varones y mujeres, sigue persistiendo desfavorablemente para ellas. Diversos factores son los que confluyen en la preeminencia de las brechas laborales y salariales, ya que históricamente tuvieron mayores obstáculos para proyectar sus trayectorias educativas y laborales. Estas dificultades derivan en desventajas directas que comprometen seriamente sus derechos, autonomías y probabilidades de empoderamiento. 

La explicación a esta problemática no podría reducirse a parámetros de orden macroeconómico o a la funcionalidad natural del mercado, y es ahí, donde surgen sesgos sociales y culturales, que repercuten en las desigualdades salariales y en las oportunidades de progreso entre hombres y mujeres.

Techos de cristal y limitaciones al crecimiento profesional

Esta segregación vertical en el ámbito laboral, se configura como una barrera que impide que las mujeres puedan acceder a puestos jerárquicos y de toma de decisiones en las organizaciones o empresas donde trabajan. Esto impide que las mujeres puedan avanzar en su camino profesional y obtener un mejor salario, teniendo que enfrentarse a un conjunto de prejuicios que interrelacionan a los sesgos en la brecha salarial: el rol que se le adjudicó a la mujer a nivel social, minimiza el potencial de las mismas, aludiendo a sus responsabilidades como ama de casa y la propensión al ausentismo laboral, a su vez, en muchos casos mencionan tanto ‘la falta de carácter’ como ‘el exceso de carácter’ para ocupar lugares de liderazgo dentro del conjunto de trabajadores y trabajadoras.

El término ‘techo de cristal’, fue mencionado por primera vez hace más de cuatro décadas por la consultora de ámbito laboral estadounidense, Marilyn Loden, quien decía al respecto: “En lugar de aceptar el techo de cristal como inevitable, ha llegado el momento de que las instituciones reconozcan que los sesgos arraigados en sus culturas, que predisponen a muchos hombres para el éxito profesional mientras subestiman las fortalezas, estilos y capacidades de la mayoría de las mujeres talentosas, deben ser erradicados”.

Paredes de cristal y desigualdad laboral de género

Esta limitación surge como una segregación horizontal, produciendo una especie de división sexual del trabajo, en donde las mujeres acceden con mayor frecuencia y volumen, a los sectores de la economía menos dinámicos y con remuneraciones más bajas.

Según un estudio realizado por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, a través del Ministerio de Economía, en el último año, 4 de cada 10 mujeres se emplearon en actividades relacionadas con los cuidados (trabajo doméstico, enseñanza, servicios sociales y salud), Las ramas más feminizadas fueron: el Trabajo en Casas Particulares (97,5% de mujeres), los Servicios Sociales y de Salud (72,3% de mujeres) y la Enseñanza (71,5% de mujeres). En estas actividades, la brecha salarial fue de 25,8%, 31,6% y 9,0% respectivamente. Por su parte, las ramas más dinámicas de la economía resultaron ser aquellas que emplean mayoritariamente varones, y, en el segunda mitad de 2022, las ramas de actividad más masculinizadas fueron la Industria Automotriz (18,9% de mujeres), la Energía, Minería e Hidrocarburos (9,1% de mujeres), y la Construcción (3,2% de mujeres).

El ingreso promedio de un trabajador en las ramas mencionadas resultó ser el equivalente a casi 5 veces el ingreso promedio de Trabajadora de Casa Particular.

Pisos pegajosos y tareas de cuidado no remuneradas

Esta categoría hace referencia a la dificultad con la que se encuentran las mujeres para desarrollar una formación superior y/o una exitosa carrera laboral. En este sentido, las llamadas tareas de cuidado cumplen un rol fundamental: las mujeres tradicionalmente asumen el cuidado y la crianza de sus hijos e hijas, siendo las responsables de cocinar, lavar y planchar la ropa, hacer las compras, asistir a personas enfermas y personas adultas mayores, entre otras actividades cotidianas necesarias para mantener un hogar. Las mujeres realizan más del 70% de todas las tareas de cuidados no remuneradas, mientras que los varones aportan menos del 30%, superándolos no solo en horas de trabajo no remunerado, sino en las tareas efectuadas. Esta situación, conlleva que tengan menos tiempo disponible y más complicaciones para introducirse al mercado del trabajo.

Directamente relacionado con estás tres categorías, se encuentran aquellas mujeres que no tienen una formación principal, y en la gran mayoría, acceden a trabajos relacionados a las tareas domésticas, a diferencia de sus pares varones en iguales condiciones que suelen ingresar a trabajos ligados a la construcción y perciben una remuneración mayor.

¿Cómo reducir la brecha salarial de género y generar mayor igualdad entre los salarios de hombres y mujeres?

A pesar de los avances a nivel internacional en cuanto a la equidad de género y el respeto por los derechos de las mujeres, queda mucho por hacer para cerrar estas brechas entre hombres y mujeres, y de esta manera, apuntar hacia una mayor justicia social y condiciones de igualdad, y también, el desarrollo económico y social. 

Discutir y redefinir los roles que hoy se dividen por cuestiones de género, es fundamental para desmontar discursos naturalizados en el imaginario colectivo. Las tareas de cuidado deben ser distribuidas de manera equitativa para armonizar los puntos de partida de hombres y mujeres, y siendo una de las razones de la brecha salarial, debe ser atendido por impulsos legislativos ligados a los derechos laborales y a la política económica. En nuestro país, existe un proyecto de ley que propone ampliar la licencia para ‘personas no gestantes’, donde la iniciativa oficial propone extender la licencia de 2 a 15 días en una primera etapa, y establece un aumento gradual hasta 90 días. Mientras que la licencia por maternidad se extendería de 90 a 126 días. También se busca reconocer y fortalecer el trabajo de cuidados en el ámbito comunitario, sobre todo en los barrios donde abundan los merenderos solidarios que asisten a los sectores vulnerables de la sociedad. De aprobarse e implementarse esta reglamentación, obliga al Poder Ejecutivo Nacional a crear un registro de espacios comunitarios de cuidado.

Entre los ejemplos internacionales, en Noruega se implementó el acceso universal a los servicios de guardería, lo que hizo aumentar la probabilidad de empleo de las madres en un 32%. También se comprobó que en las economías emergentes, el acceso a la telefonía móvil e internet abre la puerta para reducir la brecha de género pudiendo acceder a diversos servicios financieros e ir constituyendo su independencia económica.

Las políticas públicas que impulsen la educación y la capacitación profesional son elementales para que haya paridad en la inserción de hombres y mujeres en el campo de la ciencia, tecnología e innovación, y a la par, transformar las prácticas culturales y pedagógicas que siguen rigiendo dentro de la estructura social, para construir ambientes laborales sin prejuicios de género, que sean más mujeres las que se consoliden en posiciones de liderazgo dentro de sus trabajos y que exista una mayor representación femenina en los sectores más dinámicos de la economía en la actualidad.

De esta forma, se generaría una competitividad más justa en el mercado laboral, mayor igualdad en las posibilidades de crecimiento y en la calidad de los ingresos, mayor estabilidad económica, y en definitiva, una realidad mejor para el conjunto de la sociedad.

Reducir la brecha salarial de género, derribar las barreras y equilibrar las relaciones laborales, es una responsabilidad colectiva.

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